viernes, 16 de enero de 2015

No es terrorismo, es guerra

 

 
Si las medidas no se aplican muy rápidamente, perderemos esta guerra. Como la vamos perdiendo ahora
ANTES de hallar refugio en la Siria yihadista y diluirse entre Al-Qaeda y el Estado Islámico, la cómplice de los asesinos de París, Hayat Boumeddienne, hizo escala en Madrid, hacia Turquía. Luego, la frontera siria y el Califato. El yihadismo es una trama militar con bases en toda Europa. Y, en esa trama, España es puente. Entre las fortalezas del Cercano Oriente y el territorio de combate europeo.

España aúna tres condiciones para ello. Geográfica, la primera: el paso más sencillo hacia Europa pasa por la península; paso de personas como paso de armas, sobre la infraestructura del negocio mastodóntico del narcotráfico.

España es, además, waqf, término con que el islam designa aquellos dones, materiales o morales que Alá concedió benévolamente a sus creyentes y que, por ser donación directa de Alá mismo, no admiten reversibilidad ni modificación en el tiempo.

Lo que es entregado por Alá en propiedad a sus fieles lo es por toda la eternidad. Quinientos años de paréntesis son una mota de polvo en el desierto. Para un creyente riguroso, España (Al-Ándalus significa España) es intemporalmente musulmana. Que el ejército del islam la utilice hoy como base logística es, en términos de ley coránica, irreprochable. Añádase el odio incondicional que el islam profesa hacia un país dos de cuyas ciudades están enclavadas en el norte de África: estamos en el ojo del huracán de esta guerra en curso.

 
El error fatal sería hoy pensar que Europa afronta un problema policial complejo. Y analizar el yihadismo con la categorías usuales para un terrorismo clásico. No es terrorismo. Estamos ante una guerra. Santa. Como tal proclamada por diversas fracciones de un único ejército que el islam homogeneiza. Esa guerra se juega en dispositivos convencionales allá donde domina un territorio.

Así fue en Afganistán, hasta que los Estados Unidos destruyeron a Bin Laden. Así sucede hoy en buena parte de Irak y Siria, ante la suicida debilidad de los aliados. Desde esas bases militares se planifican los ataque en territorio infiel: Nueva York en 2001, París hace cuatro días. Sin necesidad de grandes refinamientos clandestinos. 

El islamismo está en Europa. Sólidamente arraigado en las jóvenes generaciones de la emigración musulmana. No hay más que saber mover el rencor que anida en las mezquitas.

Pero luchar contra eso no es tarea policial. No sólo. Asistimos a los inicios de una guerra de dimensión mundial. Y, en una guerra, sobre el Ejército recae la responsabilidad de no ser derrotados. Esa guerra exige la aniquilación previa de las fuerzas militares del Estado Islámico en Irak y Siria, por supuesto.

 
Pero también el paciente trabajo de inteligencia que permita infiltrar y limpiar por completo las redes del yihadismo en nuestro propio territorio. Lo cual es imposible sin un control único de inmigración y fronteras en la UE. Nadie debe esperar victorias rápidas. Pero, si las medidas no se aplican muy rápidamente, perderemos esta guerra. Como la vamos perdiendo ahora.

GABRIEL ALBIAC
http://sevilla.abc.es 

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